viernes, 7 de septiembre de 2012

Fermín

En aquellas cartas que rasgaba, lloraba, gemía, imprecaba, deprecaba, rugía, arrullaba; unas veces parecían aquellos regueros tortuosos y estrechos de tinta fina la cloaca de las inmundicias que tenía el Magistral en el alma: la soberbia, la ira, la lascivia engañada y sofocada y provocada, salían a borbotones, como podredumbre líquida y espesa. La pasión hablaba entonces con el murmullo ronco y gutural de la basura corriente y encauzada. Otras veces se quejaba el idealismo fantástico del clérigo como una tórtola; recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus; de las citas para el cielo, de las promesas fervientes, de las dulces confianzas; recordaba aquellas mañanas de un verano, entre flores y rocío, místicas esperanzas y sabrosa plática, felicidad presente comparable a la futura.

La Regenta, Leopoldo Alas Clarín. 

Fermín, alguna mañana tengo ese ahogo, esa ansiedad imprecisa que al disiparse deja sólo cansancio del alma. Y la tranquilidad impuesta, desmadejada, en perfecta atonía y aislada del mundo me pesa. Hago proyectos, muevo hilos, nuevas sonrisas me tientan; avanzo con gran debilidad y me doy cuenta: demasiado daño fue necesario para provocar mi cierre.

1 comentario:

  1. Hoy me siento muy encerrada, muy perdida. No tengo muchas palabras de ánimo...

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