miércoles, 3 de abril de 2013


Será como si hubieses muerto.
Como si el llanto hubiese desenhebrado el bosque de tus ojos
en hilos finísimos.

Un lívido silencio descorrerá entonces
el íntimo telón
a los faros monstruosos y ciclópeos
desnortándose, buscándote por el mundo,
disparando inertes y mareadas brújulas,
trastabillando torpemente bajo el ojo lunar
-cómplice miope y nublo-,
vociferando gritos de niebla iluminada
por un fanal tristísimo.

Se hundirán buques vigías en el puerto solitario
despeñándose por entreabiertas simas
y volverán por ellos desmayados faros ciclópeos
desnortándose, buscándolos por el mundo,
rescatando vestigios.

viernes, 11 de enero de 2013


Las parejas deben exponerse a fracasar. Desde la crisálida, desde la inmovilidad atemporal, las parejas se mantienen pero no avanzan. No se atreven a averiguar si esa unión es una casualidad feliz que sólo en la armonía funciona, y posponen sus miedos para más adelante. Pero los miedos también esperan, acumulándose hasta llegar el día en que estallen ineludiblemente.
 
Al igual que idealizamos las relaciones pasadas pese al dolor que nos infundieron, idealizamos aquéllas en las que todo parece ir bien sin exponerlas al error, a la dificultad, al avance y a la evolución. Pero éstas apenas tienen valor: es en la realización de los miedos donde encontramos las respuestas que necesitábamos, es el modo de averiguar si los sentimientos son los que se dicen.
 
Esperar a estar preparados es una actitud ingenua y un engaño condescendiente. ¿Qué nos hace estar preparados para no tener miedo de, poniendo en riesgo la relación, cuestionarnos lo que sentimos? Preferimos mantenernos sobre seguro antes de arriesgar, pero las únicas relaciones que merecen la pena son aquéllas que lo arriesgan todo, que se exponen, fallan y se reponen de sus errores, siguiendo hacia adelante.
 
 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Un monstruo amordaza el pasado, venda sus ojos, lo magulla y lo abandona a su propio dolor.

Cierra, porque es pasado, la puerta de la pieza; dejando allí también parte de los labios y de los ojos.

Huye del rehén perseguidor y camina a tientas y aprisa por el pasillo infinito esta bestia medio cegada.

El despiadado pasado va anegándole el torso fétido. ¿Monstruosas las criaturas o los deseos?

Bajo las sucias zarpas, confuso amasijo de afectos. Mientras, ajena hiel permea su tórax calando hasta los huesos. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

Ligazón

Hay entre dos un liviano lazo en que fluyen las sombras que uno desviste, que las impurezas despojadas recorren y envician. Lo que en el lazo dejamos inunda al otro, nos acompaña al andar y nos asiste en las horas. Su desprendimiento sería tan grave como la pérdida de un trozo de cuerpo.
El lazo, siendo soga y agua estancada, es dulce abrazo portátil, conocido bastón con el que hemos aprendido que nuestro paso es seguro. Es desesperación vana, tortuosa duda, desconfianza fértil. Es dolorosa caricia, que en su fiero avance arrasa experiencias, y huella de la imposibilidad de querer sin preguntas.
¿Podría éste limpiarse, recobrar su inicial pureza, sin desatarse, sin distancia, sin detener su cauce infinito y bañándose en las propias aguas sucias?

domingo, 7 de octubre de 2012

Esto va a ser diferente, sin orden y sin valor, pero auténtico. Me expongo. Estoy cansada de ser la persona que soy. No me gusta cómo soy ni cómo me muestro, y esto último no es real. Algo ha hecho de mí una persona seria, que gusta de desmenuzar intimidades con elegidos, y quien disfruta de un extraño placer manteniendo secretos. Todo lo interior lo regalo a quien creo, y mientras, voy con cautela. Me place vivir algo que únicamente yo conozco, o también la persona con quien lo vivo.

Algo me ha convertido en una persona de enfados explosivos, que pocos conocen. Una persona orgullosa. Una persona que se enamora con una falta total de madurez, dicen. Cuando hablo contigo y teatralizo, siento que pongo voz real, que esta escena interpretada en la que ni siquiera pienso lo que digo es más cierta por lo que expreso, aunque se trate de una improvisación en la que quiero convencerte.

Yo no hubiese llegado de esta forma aquí si con trece años no hubiese dicho que me gustaba tu forma de escribir. Si no hubiesen llegado las cartas, ni hubiese ido un día entre semana a la exposición del Prado de esculturas griegas, donde te expliqué qué significaba horror vacui ante El descendimiento de Van der Weyden, o que las esculturas originalmente eran de colores. Hace cinco años. (Y quedarme en el suelo hablando de que estaba escondiendo mi propio dolor para no añadir más sufrimiento a mi alrededor, y que me dijesen que aquello era muy noble, lo cual no sólo dudo que lo fuese, sino que probablemente también me ha conducido a ser esta mentira). Si no hubiese acudido un mediodía lluvioso a la comida del Yin Yin, mientras me esperabas en el Botánico, insistiendo en ir a pie y en tu seguridad de que aquellas nubes no iban a descargar por el momento. Si hubiese hecho cualquier otra cosa, no estaría atrapada en el coche llorando, aparcada en el mismo sitio en el que te recuerdo mirándome.

domingo, 16 de septiembre de 2012

 
Cada noche me desnudo de esta mezcla de tu olor y el mío que me viste cada parte de piel, que me abraza la cintura, que nadie percibe. Cuando me tocan, no saben que hay otra piel debajo, no saben que hay dos olores subcutáneos que envolviéndose se extasían, se confunden y noche a noche se desprenden alejándose.
 
Dejo a mis pies esta mezcla que se detendría en mis formas. Dejo que caiga con suavidad acariciando mis muslos y se deslice hasta el suelo. Una frase, a veces una simple frase hace que la mezcla me recorra y me abrume, pero después sé qué necesito regalarme, necesito arrancarme, mudarme de piel, desunir esos olores.
 
A white blank page and a swelling rage, rage
You did not think when you sent me to the brink, the brink
You desired my attention but denied my affections, my affections


viernes, 7 de septiembre de 2012

Fermín

En aquellas cartas que rasgaba, lloraba, gemía, imprecaba, deprecaba, rugía, arrullaba; unas veces parecían aquellos regueros tortuosos y estrechos de tinta fina la cloaca de las inmundicias que tenía el Magistral en el alma: la soberbia, la ira, la lascivia engañada y sofocada y provocada, salían a borbotones, como podredumbre líquida y espesa. La pasión hablaba entonces con el murmullo ronco y gutural de la basura corriente y encauzada. Otras veces se quejaba el idealismo fantástico del clérigo como una tórtola; recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus; de las citas para el cielo, de las promesas fervientes, de las dulces confianzas; recordaba aquellas mañanas de un verano, entre flores y rocío, místicas esperanzas y sabrosa plática, felicidad presente comparable a la futura.

La Regenta, Leopoldo Alas Clarín. 

Fermín, alguna mañana tengo ese ahogo, esa ansiedad imprecisa que al disiparse deja sólo cansancio del alma. Y la tranquilidad impuesta, desmadejada, en perfecta atonía y aislada del mundo me pesa. Hago proyectos, muevo hilos, nuevas sonrisas me tientan; avanzo con gran debilidad y me doy cuenta: demasiado daño fue necesario para provocar mi cierre.