Algo me
ha convertido en una persona de enfados explosivos, que pocos conocen. Una persona
orgullosa. Una persona que se enamora con una falta total de madurez, dicen. Cuando
hablo contigo y teatralizo, siento que pongo voz real, que esta escena
interpretada en la que ni siquiera pienso lo que digo es más cierta por lo que
expreso, aunque se trate de una improvisación en la que quiero convencerte.
Yo no hubiese llegado de esta forma aquí si con trece años no hubiese dicho que me gustaba tu forma de escribir. Si no hubiesen llegado las cartas, ni hubiese ido un día entre semana a la exposición del Prado de esculturas griegas, donde te expliqué qué significaba horror vacui ante El descendimiento de Van der Weyden, o que las esculturas originalmente eran de colores. Hace cinco años. (Y quedarme en el suelo hablando de que estaba escondiendo mi propio dolor para no añadir más sufrimiento a mi alrededor, y que me dijesen que aquello era muy noble, lo cual no sólo dudo que lo fuese, sino que probablemente también me ha conducido a ser esta mentira). Si no hubiese acudido un mediodía lluvioso a la comida del Yin Yin, mientras me esperabas en el Botánico, insistiendo en ir a pie y en tu seguridad de que aquellas nubes no iban a descargar por el momento. Si hubiese hecho cualquier otra cosa, no estaría atrapada en el coche llorando, aparcada en el mismo sitio en el que te recuerdo mirándome.
Yo no hubiese llegado de esta forma aquí si con trece años no hubiese dicho que me gustaba tu forma de escribir. Si no hubiesen llegado las cartas, ni hubiese ido un día entre semana a la exposición del Prado de esculturas griegas, donde te expliqué qué significaba horror vacui ante El descendimiento de Van der Weyden, o que las esculturas originalmente eran de colores. Hace cinco años. (Y quedarme en el suelo hablando de que estaba escondiendo mi propio dolor para no añadir más sufrimiento a mi alrededor, y que me dijesen que aquello era muy noble, lo cual no sólo dudo que lo fuese, sino que probablemente también me ha conducido a ser esta mentira). Si no hubiese acudido un mediodía lluvioso a la comida del Yin Yin, mientras me esperabas en el Botánico, insistiendo en ir a pie y en tu seguridad de que aquellas nubes no iban a descargar por el momento. Si hubiese hecho cualquier otra cosa, no estaría atrapada en el coche llorando, aparcada en el mismo sitio en el que te recuerdo mirándome.